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NUEVOS TIEMPOS, NUEVOS DOCENTES, NUEVAS NECESIDADES

¿Cuánto ha cambiado el quehacer docente en México en los últimos años? ¿A qué condiciones diferentes se enfrenta el docente en la época actual? ¿Cuáles serían las necesidades del docente de hoy?

En el último año se ha hablado bastante acerca de la profesionalización del docente, debido principalmente a las reformas “educativas” que se han proclamado en México. Estas reformas se han centrado en el aspecto laboral y en lo relacionado a la evaluación docente. Como toda reforma, ésta no ha estado exenta de controversias y críticas a favor y en contra. Asimismo, los grupos de docentes que han mostrado más inconformidad con estos cambios también han recibido críticas de diversa índole. Independientemente de la posición que se tenga con respecto a estos cambios, la reacción que se ha presentado es muestra tangible de la raquítica presencia histórica de cambios estructurales en la carrera docente. A continuación se retomarán algunos aspectos que han ido modificado el quehacer docente en las últimas décadas.

Modificación de los requerimientos para ser profesor

Una fecha importante en la transformación hacia la profesionalización de la actividad docente se puede ubicar en el año de 1984, donde se eleva esta profesión a nivel licenciatura. Este cambio, implicó que las personas que quisieran ser profesores de educación primaria o preescolar tuvieran que haber concluido previamente estudios de bachillerato. Hasta antes de esa fecha, solo era necesario haber concluido la educación secundaria para ingresar a las escuelas normales, lo cual atraía a muchos estudiantes, debido a las ventajas de poder tener una carrera profesional en poco tiempo –la mayoría de los nuevos profesores en esa época tenían una edad que oscilaba entre los 17 y 19 años. En algunos casos, la profesión de profesor se veía como un “camino fácil” para acceder a una actividad profesional y remunerada, que además podía contar con diversas prestaciones laborales –servicios de salud, vivienda, económicas, etc.

La modificación de 1984 que elevó la carrera de profesor a nivel licenciatura, produjo una disminución drástica de la demanda de aspirantes para las ahora licenciaturas en educación primaria y educación preescolar. Aún así, estas carreras profesionales seguían teniendo determinados privilegios que la mayoría de los demás estudios profesionales no tienen, como por ejemplo lo eran, el acceso automático a una plaza laboral, la cual era vitalicia –independientemente del desempeño laboral del egresado. Está posición vitalicia en su puesto laboral del docente egresado de las normales públicas llevaba de “la mano” en algunos casos malas costumbres, dado el nulo impacto que se tenía ante un mal desempeño laboral o una ausencia de actualización y preparación profesional después de egresar de las escuelas normales. En estos casos se asumía que el normalista era un profesional “terminado” de formar completamente al egresar.

Estos privilegios también han ido cambiando de manera paulatina en los últimos años, por ejemplo, en las escuelas normales se fueron reduciendo de manera paulatina las plazas laborales permanentes disponibles para los estudiantes egresados de las normales. Por otra parte, en la actual reforma docente, sigue presente la posibilidad de obtener una plaza laboral permanente, pero a diferencia de épocas pasadas, su obtención y permanencia dependerá de un proceso de evaluación de desempeño docente. Esto conlleva la visión de un profesional en permanente desarrollo y con la responsabilidad de actualización profesional constante.

Visión “romántica” de la labor del docente

Un aspecto que no se ha terminado de superar y que también implica un obstáculo para la completa profesionalización de la actividad docente es la visión “romántica” acerca de la vocación que debe tener una persona para ser profesor, sobre todo en niveles de pre-escolar y primaria, donde culturalmente se asocia la profesión docente a estereotipos cuasimaternos –protección, cariño, ternura, amor, paciencia, abnegación, etc.- dejando en un segundo término a factores profesionales –manejo de estrategias didácticas, planeación, investigación educativa, etc.-, esta situación ha llevado a que sea más difícil para las mujeres acceder a puestos y niveles superiores. Curiosamente, en niveles superiores –licenciatura y posgrado- esta situación, asume en ocasiones la posición contraria, donde se valora como cualidad suprema los aspectos relacionados al dominio de conocimientos teóricos –y en algunas carreras profesionales, las procedimentales- y se relegan competencias socioemocionales o relacionadas a aspectos no estrictamente pedagógicos.

Estas dos posturas encontradas, son llamadas por Tenti como visión de la actividad docente como vocación versus profesión. La postura de la actividad docente como “vocación” se basa en considerar que el profesor “nace” para esta actividad y está asociado a ciertas características innatas de personalidad. Aunado a esto, el trabajo se debe de percibir como una actividad desinteresada, en palabras de Tenti, el asumir esta visión totalmente vocacional implicaría que el profesor privilegiara el “amor” por la realización de su trabajo y dejara en un segundo plano la obtención de beneficios personales, como prestigio social, desarrollo económico, bienestar. Por otra parte, la postura de concebir la actividad de profesor como “profesión” implicaría una elección racional de ésta, sustentando más en el desarrollo de determinadas competencias profesionales para el desarrollo de su actividad. Asumir una visión completamente “vocacional” de la actividad docente va relacionado también con una menor importancia acerca de cursos de actualización profesional, debido a que se piensa que el docente es una persona especial que tiene determinado perfil natural para realizar su labor. Por otra parte, una excesiva visión “profesional” se centraría casi exclusivamente en el desarrollo de competencias técnicas y teóricas en el profesor, dejando en muchos casos de lado el desarrollo de competencias emocionales. Aunque sigue prevaleciendo en niveles básicos de educación la visión “vocacional” y en niveles superiores la visión “profesional” acerca del docente, es cada vez más frecuente que se espere que el docente asuma ambos roles, donde muestre competencias tanto profesionales como vocacionales, asumiendo un rol de profesor y tutor.

 Cambios tecnológicos acelerados

Los cambios tecnológicos que se han vivido en las últimas dos décadas han impactado a todas las áreas de la sociedad. Esto ha llevado a que a esta época se le denominé como “sociedad del conocimiento y la información”, debido a que estos elementos –información y conocimiento- juegan un rol importante para el desarrollo social y están fácilmente disponibles para la gran mayoría de las personas, sin importar edad, actividad o lugar de residencia. Esto ha impactado en los docentes de varias maneras, de las cuales se comentarán dos de ellas, la primera es la modificación del estatus histórico de la figura del profesor, que en épocas anteriores era propietario absoluto del conocimiento, el cual iba a transmitir a sus alumnos, los cuales carecían de él. La irrupción del internet en la vida cotidiana permite que en la actualidad tanto docentes como alumnos tengan acceso a la misma información y que en algunos casos los alumnos incluso tengan mayores conocimientos sobre determinados temas. Un segundo aspecto en que ha influido este cambio tecnológico es el surgimiento de la necesidad de actualización de los docentes para el uso de las llamadas nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC). En algunos casos, la aceptación a la inclusión de las TIC en la educación fue paulatino, percibiéndolas en un primer momento como inadecuadas para el proceso de enseñanza-aprendizaje, lo que condujo a que hubiera un rezago en las competencias docentes en el manejo de tecnología.

Estas situaciones han tenido como consecuencia que los profesores reflexiones acerca de su nuevo rol en esta sociedad de la información y conocimiento y a la necesidad de desarrollar nuevas competencias que les permitan adecuarse a estos cambios.

Todos estos cambios que se han comentado permiten comprender de mejor manera algunas de las principales necesidades docentes en la actualidad, entre las que se podrían destacar las siguientes:

-Desarrollar espacios de reflexión acerca de las carencias formativas al egresar y por ende de la necesidad de concebirse como un profesional no “terminado” profesionalmente. Esto debería ir de la mano con una oferta adecuada de cursos de actualización profesional, que contemplen una asesoría y seguimiento al docente.

-Reconocer las necesidades de apoyo individual y emocional ante las condiciones laborales que afronta, tomando en cuenta la gran diversificación de actividades que han tenido en los últimos años. Un ejemplo de esto, es lo mencionado por Esteve, quien afirma lo siguiente:

Además de saber su materia, hoy se le pide al profesor que sea un facilitador del aprendizaje, pedagogo eficaz, organizador del trabajo del grupo y que, además de atender la enseñanza, cuide el equilibrio psicológico y afectivo de sus alumnos, la integración social, su formación sexual, etc. (p. 22)

-Creación de condiciones que posibiliten la construcción real de comunidades de aprendizaje a largo plazo. Estas condiciones implicarían que las instituciones educativas destinaran espacios dentro del horario laboral del docente para la planeación de actividades a lo largo de todo el curso, la reflexión de su labor docente, la comunicación entre docentes de sus experiencias en el aula. Es importante mencionar que en niveles básicos como preescolar, primaria y secundaria hay determinados espacios para que se desarrollen estos elementos –si bien es cierto que una buena parte del tiempo destinado se invierte más en la discusión de cuestiones administrativas o proyectos escolares internos-, sin embargo esto va disminuyendo en niveles superiores donde es complejo reunir a todo el personal docente de manera periódica, sobre todo en escuelas donde los profesores trabajan solo algunas horas.

-Valorar a nivel formal e informal las actividades realizadas fuera del salón de clases. Esto lleva a ponderar el tiempo aproximado que implica la realización de estas actividades por parte del profesor y considerarlo como parte de su jornada de trabajo.

Tomar en cuenta tanto los cambios que ha sufrido la actividad docente en los últimos años, como considerar y satisfacer las necesidades que éstas conlleva, propiciarán una mejora en el desempeño y bienestar del profesor en su actividad cotidiana.

Referencias

Tenti, E. (2009). Reflexiones sobre la construcción social del oficio docente. En C. Vellaz y D. Vaillant. Aprendizaje y Desarrollo Profesional Docente. pp. 39-48. Madrid: OEI- Fundación Santillana.

Esteve, J. M. (2009). La profesión docente ante los desafíos de la sociedad del conocimiento. En C. Vellaz y D. Vaillant. Aprendizaje y Desarrollo Profesional Docente. pp. 17-28. Madrid: OEI- Fundación Santillana.

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